Decides no dormir. No deberías. Deberías meterte en tu mullida
cama, soñar y dejar de oír. Oír las campanas tañendo melancólica
y lentamente. Oír ese objeto pesado que cae desde los aires,
rompiendo el silencio, marcando un ritmo. "Pom, pom, pom."
No deberías permanecer aquí, intentando expresar tus, los
fantasmas, por medio de palabras, mientras sigue sonando, "pom,
pom, pom."
Mañana alegarás tener insomnio, uno que acabarás provocándote
tras horas de tecleo y el sonido de esa especie de campanas. "Pom,
pom,pom."
Ya es tarde, tu tecleo ha cortado tu escape de ese sonido,
consonantes y vocales abriendo aun mas tus ojos, tildes y comas
manteniéndolos abiertos cual alfileres, los puntos marcando el
ritmo, "pom, pom, pom."
Tu respiración, ahora ruidosa,hace unísono con el sonido al
inspirar, y subdivide en dos el pulso al expirar.
La náusea trepa por tu garganta y se queda ahí, escondida.
Empieza el desasosiego.
Sientes pinchazos en todo el cuerpo. Breves, ligeros, como el
toque de la naricilla puntiaguda de algún hada. Una naricilla
venenosa. Te da la sensación de que se expande, te ahoga. Te empieza
a doler el estómago. Respiras aire, niebla, veneno.
El "pom, pom, pom" ha parado. Solo se oye un eco, una
sombra.
Te duele la cabeza, te duelen los ojos. Te estremeces. Estás en
tensión, esperando.
Esperando al "pom, pom, pom". Al real. No al recuerdo,
que va extinguiéndose hasta ser un eco. Necesitas que pare el
silencio. No lo necesitabas antes, con el sol brillando en el cielo.
Antes temías escucharlo. Temías escuchar ese ritmo que rige tu
vida, porque no te hace falta. Puedes manejarte sin ese "pom,
pom,pom".
Pero no puedes hacerlo con la luna en el cielo. No puedes después
de aceptar estar despierta, en vez de dormir y olvidar la ausencia de
ese "pom, pom, pom".
Lo necesitas. Necesitas que pare el silencio. Porque el silencio
es bueno cuando es llenado por risas, bromas, conversaciones. El
silencio es bueno cuando no lo escuchas. Es bueno cuando tienes
tantas cosas bonitas, tantos recuerdos en la cabeza que no puedes oír
esa nada sepulcral.
Pero hay veces que el silencio lo cubre todo. Hay veces que ningún
grito, ningún libro, ningún tecleo, ningún abrazo, puede vencerle.
Hay veces que hasta las conversaciones, las risas, se convierten en
ecos que sientes como algo lejano.
Es entonces cuando el silencio te aplasta, te domina, te hiere. Es
entonces cuando el silencio deja paso a todos esos pensamientos que
las conversaciones, los libros, las bromas repelían. Y estos se
expanden por tu mente, no dejando sitio para nada más.
Otras veces, el silencio ni siquiera necesita ayuda de tus
desvaríos. Solo te aplasta, te ordena.
Y tú no quieres obedecerle. Es por eso que necesitas que suene,
ya, ahora, ese "pom,pom, pom". Pero no lo hace. Sigue
siendo un recuerdo. Te concentras en todos los débiles sonidos que
escuchas. Buscas cualquier ritmo y lo imitas. Pero no es tu ritmo, y
al final acabas yendo a destiempo.
Te concentras en los movimientos, las sensaciones. Lo que sea
menos el silencio. Todo te pica, todo te duele, y no puedes respirar,
o eso sientes.
Las lágrimas se apoyan en las puertas cerradas de tus ojos secos.
Las sientes cercanas, mas no las sientes salir. Intentas
tranquilizarte. Todo es niebla, niebla que te hace ver las cosas
ralentizadas, cuando en verdad van jodidamente rápido.
No parece que haya cambiado nada durante esta hora. Estás en la
misma silla, apoyando los codos en la misma mesa, tecleando en el
mismo teclado y con el buscador en la misma página. Sentada con la
misma postura, tus piernas cruzadas de la misma manera, un mechón de
pelo tapando un poco tu ojo, como antes. Pero, sin embargo, muchas
cosas han cambiado. Antes estabas tranquila,bien, feliz, cansada.
Ahora, tu cabeza duele, respiras veneno, todo te duele, todo te pica,
tus ojos quieren expulsar lágrimas sin conseguirlo, y no tienes
absolutamente nada de sueño.
Te aferras a cada sonido que oyes. Te aferras a cada palabra que
escribes. Lo que sea, menos el silencio. Porque lo sientes muy cerca,
susurrando, presionando. Y quieres, debes expulsarlo. Pero el
“pom,pom, pom”,no viene, y nunca vendrá. Y pronto, lo sabes,
pronto el silencio ganará a todos tus intentos de expulsarlo. O bien
por un nuevo cañonazo, la última espiración que precede a la
muerte, un problema destruyendo el castillo de ruidos que has tratado
de construir; o bien por simple gravedad, tu castillo cediendo por sí
solo y por el viento que susurra el silencio, la casa de pajas
derrumbada a soplidos.
Y te da miedo, tanto miedo...Intentas ahogar a ese maldito
silencio a base de música ensordecedora, cabezonería y esperanza.
Pero la esperanza se va con el Sol. La esperanza se esconde por las
noches mientras duermes.
Es por eso que deberías haberte ido a la cama, pero el daño ya
está hecho. Y seguirás haciéndolo, seguirás quedándote en vela
esperándolo oír, ese “pom,pom, pom”.
Seguirás haciéndolo porque aunque pasas miedo, aunque el
desasosiego te inunda en estos momentos, necesitas saberlo. Necesitas
enfrentarte al hecho de que la nada, el silencio, se aproxima.
Necesitas hacerlo aunque eso devore poco a poco tu esperanza. Porque
no puedes dejar que el silencio te pille desprevenida, dormida.
Cuando venga, tú le verás llegar y le saludarás con un cabeceo
antes de que tome control de ti. No puedes soportar imaginarte tener
todo y de repente nada, música ensordecedora y de repente, silencio.
Por eso le esperas, para poder darte cuenta de como el volúmen va
bajando gradualmente. Por eso alimentas el miedo a la vez que la
esperanza. Intentas hacerte a la idea, sin éxito, para que no duela
tanto.
Aunque no vaya a funcionar.
Y ahora te despedirás con una frase y un punto, que te sabrán a
poco y no te parecerán los idóneos. Finalizarás con algo que no
sientes como un final.
Y después te levantarás de la silla y recorrerás la casa en
busca de algo con lo que llenar tu cabeza. Un sonido que escuchar,
una palabra que pronunciar, una historia que imaginar. Y puede que
tus lágrimas acaben cruzando esas puertas por ahora cerradas, o
puede que no. Y puede que cantes, bailes, o intentes buscar
frenéticamente un ritmo que seguir.
Lo que sea, lo que sea menos el silencio